11 Abr | Subido por Perro Positivo | 2 comentarios |
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Hace unos días colgué la siguiente imagen en instagram donde se diferencian las expectativas que tenemos a la hora de empezar a trabajar con un perro, y la dura realidad que acabamos viviendo, donde pasamos por etapas de todo tipo, no todo es el camino de rosas que nos pintan o nos imaginamos cuando empezamos, pasamos por altibajos, por etapas donde aparentemente retrocedemos, aunque, tarde o temprano volvemos al camino que nos lleva a nuestro objetivo.
Me sorprendió muchísimo la acogida que tuvo el post, los comentarios que me llegaron por privado, la cantidad de gente desesperada por no encontrar su propio camino, los que han probado muchos otros profesionales (independientemente de la metodología usada o la forma de entender la educación canina) que les han machacado e incluso culpabilizado del estado de sus perros por muchas cosas que prueben. Y, sinceramente, esto me hizo sentir muy mal.
Por ello, he decidido escribir este artículo, creo que los educadores caninos tenemos la responsabilidad principal de acompañar a esos humanos que piden ayuda, que se implican, que prueban y que confían en nosotros. Considero que tenemos que motivar, sin dar falsas expectativas, sin engañar, siendo claros hasta dónde llega nuestro trabajo e implicación y dónde pasa a ser responsabilidad de cada persona que comparte la vida con su perro.
Evidentemente, no tenemos varitas de Harry Potter, las situaciones no cambian por arte de magia, requiere un esfuerzo, un trabajo, una implicación que muchos no tienen o no están dispuestos a seguir bien por pereza, ganas o lo que sea. Si ellos no implementan ningún cambio de los que proponemos, la situación no mejorará, y dependiendo del caso, empeorará.
De estas personas no va este post.
Me refiero a todas aquellas que dan el 100% por ayudar a su perro, que buscan información, se forman, siguen las pautas que les recomiendan profesionales, se dejan la piel en probar y practicar y aún así, se sienten frustradas, tristes, agotadas de tantos intentos, y lo que es peor: CULPABLES.
No estoy para nada de acuerdo con aquellos profesionales que directamente culpabilizan a sus clientes de todo lo que le ocurre a su perro sin diferenciar si es una persona que sí que se está implicando y esforzando, con otra que, por lo que sea, no lo está haciendo. La culpa y la responsabilidad son términos diferentes.
¿Culpables de qué? ¿de pedir ayuda? ¿De poner en práctica todas las herramientas que tenéis o conocéis (aunque quizás no sean las más adecuadas)? Hacéis lo que podéis y sabéis.
Cuando nos apegamos a la culpa corremos el riesgo de alejarnos de nuestra autonomía personal. Surge cuando aparece una voz muy juiciosa y nos aferramos a pensar, qué es lo que tenía que haber hecho entonces en el pasado con mi perro, para que mi presente fuera diferente.
Es en este punto (culpo a mi pasado de mi presente) en el que me alejo de conectar con mis recursos actuales: conocimiento sobre el mundo canino que he ido adquiriendo en este tiempo, contactos y conocidos que pueden echarme una mano, grupos en los que puedo compartir mi forma de entender este mundo y me puedo sentir comprendida y acompañada, profesionales que ven más que los resultados y que priorizan este acompañamiento para mí y para mi perro. Es decir, nos olvidamos que, en ese pasado, no contábamos con todos estos recursos, experiencias, información y/o consciencia del momento presente. Y estar apegado de esta forma afecta directamente a nuestra autoestima.
Últimamente están llegando a nosotros, familias que han pasado por las manos de diferentes “profesionales” en busca de ayuda para sus perros, y, dejando a un lado algunas pautas que les han aconsejado (a mi parecer) algunas fuera de lugar, anticuadas, y propias de alguien que no se ha reciclado en años, también percibimos que, éstas personas que piden asesoramiento, están agotadas de tanto esfuerzo y frustradas por la inversión de tiempo y dinero que llevan a sus espaldas.
Emocionalmente están muy tocadas, la mayoría no disponen de espacios dónde poder expresar las emociones que les provoca su situación personal y necesitan cambios de sus perros a corto plazo para empezar a sentirse mejor. Es totalmente comprensible, el desgaste emocional les ha hecho llegar a su límite y acuden con el último cartucho que les queda. Esto me produce profunda tristeza.
Creo que los profesionales no lo estamos enfocando bien, no estamos proporcionando la ayuda correcta, a mi parecer, es porque no se están tratando los casos de forma individualizada, teniendo en cuenta la situación particular de esa familia con su perro, sino que se tratan los comportamientos del perro sin más. Considero que es una visión simplista que no aporta nada, al menos, a largo plazo que es lo que nos interesa. Simplemente se tapan esas conductas como si de una tirita se tratara, hasta que otra situación más gorda la retire de un tirón.
Estas personas que prueban y prueban y aún así no consiguen los objetivos que desean y se sienten estancadas suelen tener cierto patrón con el que me siento profundamente identificada en mi pasado: Suelen ser tremendamente autoexigentes. La autoexigencia surge en las situaciones en las que entran en juego valores y creencias que tenemos muy profundamente implantados. No obstante, en sí misma no es mala, la parte que nos daña es la rigidez que la acompaña, porque hace sentir una tremenda culpa por la más mínima desviación.
La persona autoexigente empieza a pensar que es cosa suya, que no sabe hacerlo bien, que se esfuerza y mientras otros lo consiguen, ella no. Y, si ese profesional no sabe verlo y pararlo a tiempo, de forma consciente o inconsciente, le dirá a ese referente humano que su perro no mejora porque no está haciendo suficiente, y aquí señoras y señores ¡llega la maldita culpa!
Este tipo de planteamiento surge fruto de una sociedad que nos ha enseñado a valorarnos por los resultados que obtenemos, lo cuantificamos absolutamente todo para poder compararlo, vivimos en la era de la inmediatez y, a menudo se vende la idea que el esfuerzo va ligado al éxito.
Pues bien, no siempre que alguien se esfuerza con toda su energía consigue lo que quiere, de hecho, los grandes empresarios recalcan que han tenido muchos más fracasos que éxitos, y que de dónde han sacado mayor aprendizaje, ha sido de los primeros.
Eso sí, se aprende haciendo, tomando acción. Por ello, una de las partes que me gusta más de este trabajo, es el de empoderar a esos referentes humanos para que no tengan miedo a probar y a equivocarse con sus perros.
Hace tiempo que me di cuenta que, los profesionales tenemos tendencia a atemorizar a nuestros clientes con: “Ufff no pruebes esto no vaya a ser que…” y de ésta forma sólo conseguimos enpequeñecer a esas personas para que cada vez más duden de sí mismas y les cueste tomar decisiones a largo plazo.
Cuando hablo de animar a los referentes humanos a probar cosas, me refiero a: probar un ejercicio, o un acercamiento a un perro, probar a llevarle a un lugar que ha tenido malas experiencias pero que creen que ya está preparado, probar a soltarle de la correa para darle libertad a la hora de gestionar una situación, etc. Absolutamente todo con sentido común, teniendo en cuenta al binomio que tenemos delante y valorando si están listos para ello.
Sobre los educadores que atemorizan a sus clientes (quiero pensar que la mayoría de veces, lo hacen sin darse cuenta) les diría que al final, los que conocen más al perro son su propia familia, así que: ¿por qué no escucharles? ¿Por qué no tenerles en cuenta? ¿Por qué no darles herramientas para empoderarles?
Por ello, creo que en este sector en general, tanto en profesionales como clientes, nos falta una gran dosis de autocompasión y empatía.
Con todo ello, si eres una de las personas que, en ocasiones te sientes frustrada, decepcionada, desmotivada, sola, culpable por cómo está hoy en día tu perro o las medidas que has tomado con él durante el camino, te digo lo siguiente:
En cualquier trabajo de rehabilitación de un perro, la gestión emocional de sus humanos importa, ¡y mucho! No dejes que nadie: ni amigo, ni familiar, ni profesional te diga lo contrario. Si tú no estáis bien, no podrás cuidar y responsabilizarte de forma sana de tus compañeros peludos. Así que, demos el espacio, el tiempo y dedicación que se merece a escucharte de forma activa y, a enseñarte y poner en práctica herramientas para poder aprender a gestionar tus propias emociones.
¿Te animas a probarlo? Síguenos, y pronto sabrás cómo…
2 comments
José G Ríos M
Wow que bueno está esto gracias por compartir tan Excelente información
4 años ago |
Perro Positivo
Muchas gracias por tu comentario!!! esperamos que sirva para visibilizar que las emociones de los guías también cuentan en la rehabilitación de cualquier perro.
4 años ago |